dimecres, 16 d’octubre del 2013

Mascotas en los aviones




Mascotas en los aviones: un viaje muy aperreado
Por: Paco Nadal ( el País)


Siempre pensé que si el viaje de un humano en las filas clase turista de un avión transoceánico era una experiencia terrorífica, incómoda y agotadora (pese a ser eso, un humano y haber pagado a lo mejor hasta 1.000 euros por el pasaje), ¿cómo sería de aperreado el viaje para esas pobres mascotas que a veces veo en los aeropuertos metidas en sus estrechas cajas de viaje, con ojos de cordero degollado?
Hoy traígo al blog el tema de los viajes en avión con mascota incluida por una información que me llegó vía Reclamador.es, una web que se dedica a gestionar reclamaciones de pasajeros contra líneas aéreas por retrasos, cancelaciones, etc.
El 11 de julio de 2012 Francisco Javier Ramos (foto de al lado) se presentó en el aeropuerto de Sevilla para viajar a Palma de Mallorca en un vuelo de Air Berlin. Le acompañaba su perro, Nano, un bulldog inglés de seis años de edad. Javier había tenido que pagar 74 euros de tasas para llevarlo a bordo, aportar el carné de vacunación del perro, un certificado del veterinario, la inscripción en el Registro Andaluz de Identificación Animal además de meterlo en un transportín de medidas especiales, según las normas de la compañía. Hasta aquí normal.
Lo anormal empezó cuando Javier comprobó por las cristaleras de la sala de embarque que los operarios de la compañía habían dejado la caja con el perro en la pista, a pie de avión, junto a otros equipajes y a pleno sol. ¡En julio y en Sevilla! El perro no tenía agua porque le prohibieron ponérsela en el transportín, pese a que insistió en que era estanco, especialmente pensado para viajes en avión y que no había posibilidad de que se derramara y manchara otros equipajes.
Resumiendo: Nano estuvo casi tres cuartos de hora al solazo del verano sevillano y murió deshidratado. En Mallorca a Javier le entregaron el perro ya cadáver, sin más excusas ni aclaraciones, más allá de la promesa de un descuento de 100 euros cuando comprara otro billete con la compañía. No parecen hechos aislados ni circunscritos a una sola compañía.
Las reclamaciones por el mal trato que se le da a las mascotas en los viajes en avión, sobre todo cuando tienen que ser facturadas en la bodega, junto a las maletas, son cada vez más numerosas.
Otro caso similar: el 17 de agosto de 2013 Cristina García viajaba con su novio y dos perros en un vuelo de Air Europa entre Palma de Mallorca y Sevilla. Uno de los animales, la perra Norah, llegó muerta; el veterinario certificó también la muerte por golpe de calor.
Francisco Javier Ramos recurrió a la justicia y la vista se celebrará el próximo 15 de octubre. Pide 2.635 € de indemnización. Me he puesto en contacto con Airberlín para conocer su versión de los hechos pero solo he tenido como respuesta este mail: “Airberlin lamenta este incidente. Puesto que se trata de una situación en actual proceso judicial, por razones legales no podemos pronunciarnos al respecto sobre este incidente. Muchas gracias por su comprensión”. ¡De nada hombre!, muchas gracias por tan prólija aclaración. Luego dirán que los periodistas no contrastamos las informaciones.
¿Tienen claro todos los agentes que intervienen en el despacho de un avión que las mascotas facturadas en la bodega son seres vivos, no una mercancía más? Supongo que sí, pero en casos como los de Javier y Cristina, alguién de la cadena no se había enterado.
No tengo mascotas ni he viajado jamás llevando un perro o un gato conmigo, pero siempre pensé cuando los veo en los aeropuertos que hay que tener mucho amor al animal para pasar todo el suplicio y las trabas administrativas y sanitarias que te imponen para moverte por el mundo con tu mascota.