El trabajo de un perro-guía es una de las labores más complicadas que se le puede pedir a un animal. De manera natural, los perros tienen una serie de instintos como el de caza, guarda y protección, un buen perro-guía tiene que tener estos instintos minimizados para realizar bien su labor y esto se consigue trabajando todas las etapas de su vida, incluso antes de su nacimiento, a través de la selección de sus progenitores.
Se empieza eligiendo a los machos y hembras que serán los reproductores. El candidato a reproductor es sometido a exigentes pruebas de carácter y, por supuesto, ante el más mínimo signo de agresividad, será rechazado. Después, un exhaustivo examen veterinario nos garantizará que el perro está libre de enfermedades que puedan ser transmisibles a sus descendientes.
Normalmente se buscan animales de razas labrador, golden retriever o pastor alemán de 2-4 años de edad.
En el caso de los cachorros, el primer paso, es encontrar una familia educadora, que le adopte y sociabilice durante su primer año de vida.
Cuando una familia adopta a un cachorro sabe de antemano que, en unos diez meses, tendrá que devolverlo. Durante este periodo su labor consistirá en sociabilizar al perro, es decir, enseñarle a ser un perro limpio, obediente, educado y afectuoso. Para ello tendrá que seguir unas normas básicas de conducta con el perro.
El perro acompañará, de manera habitual, a la familia en sus salidas más frecuentes, ya que, tiene que acostumbrarse a entrar en las tiendas del barrio, grandes almacenes, cines, ... y todo tipo de transporte público. La Ley de la Comunidad Autónoma de Madrid, reconoce y ampara el derecho de los futuros perros-guía por lo cual no les puede ser vetado el acceso a ninguno de estos lugares. La solidaridad ciudadana es básica en esta función,quien impida el paso a uno de estos cachorros puede ser sancionado con una importante suma económica. No se podrá alegar en ningún caso, motivos de sanidad, puesto que, todos los perros están correctamente vacunados y desparasitados y una analítica semestral garantiza que están libres de enfermedades que puedan ser transmisibles a los seres humanos.
La instrucción es el proceso que va desde que el perro entra en la escuela, de vuelta de su familia educadora hasta que, finalmente, es adjudicado a una persona con ceguera que lo haya solicitado previamente. Este periodo dura entre seis y diez meses. Se inicia reforzando la obediencia básica (sienta, échate…) que el perro ya ha aprendido durante su etapa de cachorro.
A continuación se le “introduce al arnés” y, a partir de ese momento el animal tiene que asumir que, cuando esté con el arnés puesto, una persona irá a su lado y cuando pase por un lugar estrecho, una puerta o cerca de una farola, tendrá que dejar el espacio suficiente para ambos. Es un trabajo en el que no solo es necesaria paciencia y cariño, mucho más importantes son los conocimientos de técnicas de enseñanza y manejo.
Una vez que el perro ha sido introducido al arnés y se encuentra totalmente adaptado a éste y a la persona responsable, se inicia todo el proceso. El perro tendrá que aprender a cruzar las calles en línea recta, evitar obstáculos, marcar puertas, escaleras o bordillos, añadiendo dificultad a su trabajo según progresa en los logros conseguidos. Siempre reforzando la labor bien hecha con premios que pueden consistir desde una caricia en el cuello, una palabra de halago e incluso una bolita de pienso. El castigo también se utiliza a veces pero no se usa la violencia física. Un simple tirón de correa acompañado de un enérgico ¡NO! es suficiente para que el perro sepa que hay alguna cosa que ha hecho mal. Luego se repite el ejercicio premiándole cuando el objetivo se haya conseguido.
Una vez completado el aprendizaje, cuando el instructor determina que su perro está listo y basándose en las características de éste, buscará al solicitante más adecuado. A partir de los criterios de prioridad entre los solicitantes establecidos en la normativa interna, se analizan y tienen en cuenta, factores como la velocidad de paso, el peso, la altura y la iniciativa, entre otros muchas otras características, tanto del perro como de la persona y su entorno, para lograr una compenetración perfecta en la unidad “perro-usuario”.
Desde el nacimiento hasta su muerte y en todas las fases del proceso, estos perros son constantemente supervisados por veterinarios especialistas.
Desde pequeños son sometidos a vacunaciones y desparasitaciones, análisis y todo tipo de estudios radiológicos. Si exceptuamos a los machos y hembras de cría , todos los animales serán castrados cuando hayan madurado física y psíquicamente (alrededor del año).